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28 abril 2022

El acoso escolar provoca la pérdida de hasta cinco meses de clase por curso

Políticas públicas

El acoso escolar provoca la pérdida de hasta cinco meses de clase por curso

La Fundación Alternativas organizó este jueves la presentación virtual del documento El impacto del acoso escolar en el rendimiento académico en España, de los investigadores Gisela Rusteholz, economista y doctoranda en la Universitat de València, y Mauro Mediavilla, profesor del departamento de Economía Aplicada en la UV. Jorge San Vicente Feduchi, subdirector del Laboratorio de la Fundación Alternativas, fue el encargado de presentar el debate, cuya moderación corrió a cargo de Andrea Ropero, periodista de La Sexta.

El acoso escolar o bullying es un fenómeno mucho más extendido en las aulas españolas de lo que la opinión pública percibe. Uno de cada cuatro estudiantes es víctima de agresiones (en una o más ocasiones) durante su vida escolar y “un 12% son víctimas de ciberbullying en Europa”, según la UNESCO. Asimismo, en España, durante el año 2021, la Fundación ANAR informó que “el 15,4% de los estudiantes denunciaban casos de acoso entre sus compañeros, y un 24% de los estudiantes aseguraba haber sido testigo de acoso en redes sociales a sus pares”. Estas cifras muestran que el fenómeno no debería subestimarse, ya que afecta a todos los estudiantes que participan, activa o pasivamente, pero especialmente a las víctimas, causando daños físicos, emocionales y relacionales que pueden tener consecuencias en toda su trayectoria educativa y laboral.

Asimismo, el acoso escolar deterioraría el desarrollo de habilidades sociales o relacionales de las personas involucradas, tales como “la asertividad, la empatía o la gestión del miedo o la ira”. A corto plazo, las consecuencias más habituales van desde el “temor a asistir a clase, la ansiedad y la depresión hasta las ideas suicidas”.

El documento de trabajo, que en el acto se ha encargado de presentar uno de sus autores, el profesor Mauro Mediavilla, analiza, por un lado, la prevalencia de casos de acoso escolar en España y su relación con variables como el género, el tipo de centro escolar y la comunidad autónoma en la que se localiza el alumno. Por otro lado, se realiza una cuantificación del impacto del acoso escolar sobre las puntuaciones de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) del año 2018 en Matemáticas, Comprensión Lectora y Ciencias. Para ello, se analiza una muestra de casi 36.000 estudiantes de 15 años (la mayoría en 4º de la ESO) que estudiaban en centros de todo el territorio.

Para identificar el efecto del acoso escolar sobre el rendimiento académico se aplicó la metodología Propensity score matching. La estrategia para implementar esta metodología consiste en dos fases. En la primera, se estima la puntuación de la propensión (PS) que indica la probabilidad de ser acosado en base a diferentes variables personales y de contexto. En la segunda, se aplican diferentes algoritmos de emparejamiento con el objetivo de observar las diferencias en las variables de resultado (puntuación en Matemáticas, Ciencias y Lectura) entre el grupo victimizado (tratado) y no victimizado (control).

Según ha comentado Mediavilla, el acoso en el ámbito escolar tiene distintos apartados. De esta forma, en el último año un 15,03% del alumnado ha sufrido exclusión, un 29,17% burlas, un 11,94% amenazas, un 17,79% destrucción de propiedad, un 13,33% agresiones físicas y un 22,36% rumores sobre su persona.

Los resultados indican que el acoso tiene un “impacto negativo” en todas las habilidades evaluadas y que este efecto negativo equivaldría a la “pérdida de 3-5 meses” de educación formal para los estudiantes victimizados, en comparación con sus compañeros no victimizados. Esto representa entre “un 30% y un 50% menos de educación” en el año escolar de diez meses respecto de sus compañeros.

La prevalencia del acoso escolar en España es del “16,8% entre los estudiantes de 15 años”, según el índice que elabora la OCDE. No hay diferencias significativas “por género ni por tipo de centro escolar” (público, privado y concertados), pero sí que existen “diferencias menores” cuando se considera la comunidad autónoma de residencia del estudiante o entre los tipos de acoso —los chicos son más propensos a sufrir burlas (la forma de violencia más común en el ámbito escolar), agresión física, destrucción de objetos de los compañeros y amenazas, mientras que entre las chicas predominan los rumores—.

También existen diferencias por sexo en la frecuencia del acoso, ya que en la mayoría de secciones los chicos registran porcentajes superiores, Así, en exclusión llegan al 15,84% frente al 14,58% de las chicas; en burlas se sitúan en el 31,90% por 26,39%; en amenazas 15,32 por 8,52%; en destrucción de propiedad 20,66% por 14,89%; y en agresiones físicas 17,86% por 8,75%. Sólo en el capítulo de rumores las chicas están por delante, con un 23,02% frente al 21,69 de los chicos.

PÉRDIDAS EDUCATIVAS Y LABORALES

El trabajo destaca que el acoso escolar se erige como un “obstáculo más en el proceso de enseñanza-aprendizaje”, que puede generar un rendimiento académico “más pobre” y conducir, a corto plazo, al incremento en las tasas de “absentismo escolar, fracaso escolar o abandono escolar prematuro”. A largo plazo, los efectos del bullying pueden llegar a provocar “potenciales pérdidas de oportunidades educativas y laborales”.

Los autores consideran “imprescindible” no ignorar ni subestimar el problema, así como dedicar “mayores esfuerzos” a diseñar políticas que permitan la detección precoz de este fenómeno y que “mitiguen” de forma eficaz sus efectos. Asimismo, es necesaria la “realización de estudios complementarios” que combinen las aproximaciones “cuantitativas con las cualitativas al fenómeno”, así como estudios comparados que permitan “conocer políticas exitosas en otros países de nuestro entorno”.

En la mesa de debate que ha seguido a la presentación, José Antonio Luengo Latorre, decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, advirtió que “probablemente, las cifras reales de acoso escolar estén en prevalencia un poco por debajo de los que el estudio muestra, porque hay muchos jóvenes que están en conflicto con otros compañeros y se sienten acosados y, si se analiza esto desde un punto de vista objetivo, se puede ver cierta reciprocidad en los comportamientos violentos”. A su juicio, el informe “marca un espacio que es necesario explorar y ahondar”, ya que “llevamos mucho tiempo sabiendo las consecuencias de esta problemática y no estamos dando con la clave para erradicarla”.

Por su parte, Purificación Llaquet Baldellou, subdirectora general de Cooperación Territorial e Innovación Educativa en el Ministerio de Educación y Formación Profesional, subrayó que uno de los síntomas que deben alertar al profesorado es cuando un alumno tiene “un bajón académico”, ya que puede ser consecuencia directa del acoso, porque el agredido “tiene que dirigir sus energías a lo que le está pasando”, afectando a su “ánimo, autoestima y generando soledad”. Llaquet alertó de que “normalmente el alumno acosado se siente culpable de lo que le está ocurriendo, y no es capaz de exteriorizarlo”, por lo que desde el ministerio están promoviendo que el acosado consiga “dar a conocer su problema para poder ayudarle”.

Cristina Sanjuán, técnica de Sensibilización y Políticas de Infancia en Save the Children España, advirtió que el acoso escolar y el ciberacoso en España “no es un juego típico de los niños”, sino que es un “problema real y una forma de violencia contra la infancia”, y detrás de la pérdida de “meses de estudio”, aparecen cuadros de “ansiedad, depresión y aislamiento social”, que son “síntomas y consecuencias” del problema. Según Sanjuán, existe una “ley del silencio” que dificulta enormemente que el alumno acosado sea capaz de llegar a “pedir ayuda”.

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