Es realmente sintomática la reacción que ha suscitado, en diferentes ámbitos, la propuesta china sobre la guerra de Ucrania. Igualmente, es interesante el silencio sobre la iniciativa del presidente Lula sobre la posible combinación de un grupo de países “mediadores” que pudieran propiciar una salida dialogada al conflicto bélico. Es bastante conocido que ante situaciones de guerra aparezcan sectores de opinión -y opinantes de todo tipo- que creen que por predicar la paz, el desarme, el diálogo o hacer concesiones al agresor, el cese de las hostilidades llega caído del cielo, traído por la bondad de los espíritus. Pero, al mismo tiempo y con similar intensidad, surgen otros sectores y opinantes que, ante los conflictos, se calan el casco del guerrero, enarbolan la tizona y pregonan a los cuatro vientos que hay que llegar hasta el final, cueste lo que cueste, y derrotar al enemigo. Eso sí, estos últimos suelen ser los que no han estado nunca en una guerra, y la actual, en Ucrania, la contemplan desde el televisor de su casa.
Apaciguadores y belicistas
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