I.- Creo que fue Sigmund Freud quien sostuvo que son, esencialmente, dos los principios que rigen el funcionamiento de la mente: el del placer y el de la realidad. En estos convulsos tiempos en que nos ha tocado vivir hay personas que pretenden guiarse o regirse siempre por el primero y olvidarse o apartar, por sistema, el segundo. Ejercicio mental que, sobre todo en política o gobierno de la cosa pública, suele conducir a peligrosas ilusiones y seguros descalabros. No seré yo quien niegue la bondad de pretender situaciones de placer en tantos aspectos de la vida privada, pero cuando el asunto o “negocio” incide en el regimiento de las sociedades conviene tener muy en cuenta las condiciones externas sin lo cual naufraga el principio de realidad, tan necesario para no terminar hundidos. Una reflexión que me ha suscitado el actual debate sobre las famosas investiduras, que comenzó por aquella del candidato convencido de que había ganado las elecciones —principio del placer— y acabó constatando que las había perdido, dadas las “condiciones externas” —principio de realidad—. Ahora estamos en la segunda sesión, con esos aspectos o contenidos que tan interesadamente se están confundiendo, mezclando o tergiversando, esto es, la posible amnistía y la imposible autodeterminación. Sobre el primer asunto ya he opinado en televisión, radio y diarios y, de momento, no se me ocurre añadir nada nuevo. Cuando se sepa algo más concreto quizá tenga ocasión de volver sobre el tema. Lo que sí me gustaría es que quedase constancia de que el primero —la amnistía— no tiene nada que ver con el segundo —la autodeterminación—. Pretender confundirlos, relacionarlos o considerar que el primero lleva al segundo es una forma de engañar al personal sufridor o, simplemente, mentir cual bellacos.
Del principio del placer al principio de realidad
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