El crecimiento de la tensión política y militar en Oriente Medio era previsible y esperado desde que Benjamín Netanyahu accedió por quinta vez, el 29 de diciembre de 2022, a la Presidencia del Gobierno de Israel, a pesar de tener abierto desde mayo de 2020 un juicio por corrupción que incluye tres delitos diferentes de cohecho, fraude y abuso de confianza, el primero de los cuales podría acarrearle hasta diez años de prisión. Si fuera condenado en sentencia firme tendría que abandonar su puesto, pero parece que eso podría tardar aún muchos años dada la complejidad de los casos y su posible recurso al Tribunal Supremo. Y siempre que antes el procesado no consiga abortar el proceso.
El nuevo Gobierno de Netanyahu, sustentado en una coalición de partidos ultraderechistas y extremistas religiosos, se considera el más radical de la historia de Israel. Su programa incluye la anexión de Cisjordania y la flexibilización de las reglas para los allanamientos y la represión armada contra los palestinos, además de la derogación de leyes LGTBI y en favor de las mujeres. Desde su toma de posesión, la tensión entre las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y los palestinos ha crecido hasta culminar en la matanza de Nablús, el 22 de febrero, en la que murieron diez personas –incluyendo un menor y una anciana- y 102 resultaron heridas. En los primeros tres meses del año han muerto 93 palestinos y árabes-israelíes en acciones violentas -más que en ningún otro trimestre desde 2020-, además de 18 israelíes.
Israel reaviva el fuego
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