En algún momento de sus vidas, o en muchos, las mujeres sienten miedo. Es difícil no haber pasado por algún lugar de noche, o estar en una estación de metro vacía, o atravesar un campo o un camino sin haber sentido el halo del posible peligro. Desde muy pequeñas aprendemos a ser precavidas, a no volver solas a casa, a tener cuidado con la bebida, y a desconfiar de las intenciones de los hombres. Es terrible, pero es así. El miedo forma parte de nuestra normalidad y, lo peor de todo, es que existen poderosas razones para que siga siendo así, a pesar de la enorme transformación que, sin duda, han sufrido nuestras sociedades y de las mayores cotas de igualdad que han alcanzado las mujeres.
Mujeres: la normalización del miedo
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