¿Se hace estrategia al volar? La proverbial “cintura política” del presidente español en el ámbito nacional – forjando alianzas imposibles para obtener victorias de último minuto – se pone a prueba en la visita a China. Está por ver cómo Sánchez conjuga Armas y Paz, Otanismo y Europeísmo, Davos y anti-Davos (el Foro Económico de Boao), Democracias y Autocracias. El Ying y el Yang de la política.
Antes de la pandemia, hubiera tenido mucho sentido volar a China estrictamente en términos bilaterales para revertir el déficit comercial, lograr ventajas para consultoras, turismo, invertir en hidroeléctricas, o renovables. Todo eso es necesario. Pero ahora no cabe lugar para las miras cortas, o para la nostalgia de cincuenta años de relaciones diplomáticas. La geopolítica, las nuevas reglas y las alianzas, del medioambiente a la tecnología, marcan cada movimiento. Todo ocurre bajo una inmensa presión del establishment político de Washington por castigar y aislar a China. Biden y muchos halcones europeos observan atentos.
En ese avión, el Gobierno español lleva consigo dos ideas aparentemente contradictorias. La primera es de una China “rival sistémico” (un infortunado préstamo de EEUU que hizo suyo la Comisión Europea y el Servicio Exterior). Más ahora que la mano de Xi Jin Ping aún guarda el calor del apretón de manos con Putin. La segunda idea es la que el propio presidente Sánchez ha situado como centro de la Presidencia española de la UE este año: avanzar en la llamada “autonomía estratégica abierta” europea. Lo cual, traducido al chino mandarín, tiene que significar la ampliación de nuestras alianzas y más multilateralismo – a pesar de los malos vientos de una nueva guerra fría – en un orden mundial que tiende a la multipolaridad y al Pacífico. ¿Cómo combinar ambas de manera óptima?
Sánchez en China: largo viaje a la autonomía estratégica
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