El cuadro político que han dejado las elecciones del 23-J es, sin duda, francamente enrevesado y complejo. Pero para eso está la política, para desenredarlo y resolverlo…. Hasta donde sea posible. Una derecha que, junto con Vox, controla la mayoría de las CCAA y múltiples ayuntamientos, con predominio absoluto en el Senado, pero incapaz de armar una mayoría suficiente para gobernar, por mucho que se empeñe; una izquierda que ha renacido con fuerza, después del batacazo de las autonómicas y municipales, pero necesitada del apoyo de nacionalismos variopintos para lograr la investidura del actual presidente del Gobierno. Y, en fin, unos partidos nacionalistas que, salvo excepciones, han obtenido pésimos resultados y, sin embargo, son necesarios para alcanzar una mayoría en el Congreso de las Diputados. Al fondo del escenario la sombra amenazadora de la repetición electoral con el riesgo, no improbable, de que, en ese supuesto, el maridaje PP/Vox alcance los cuatro escaños que les separan de la mayoría absoluta.
Una vez más el asunto territorial
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