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Alianzas inexploradas en el golfo Pérsico en tiempos de la COVID-19: España e Irán en el siglo XXI

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19 mayo 2020 / nº 244_2020

Alianzas inexploradas en el golfo Pérsico en tiempos de la COVID-19: España e Irán en el siglo XXI

Abstract

Desde principios del siglo XXI, la relación entre la UE e Irán ha pasado por diferentes fases derivadas del rol cambiante de ambos interlocutores en la región MENA. La retirada de los EE. UU. del JCPOA y la reimposición de sanciones hirieron de gravedad al acuerdo, mientras los países europeos trataban de proteger aquellas de sus empresas que operan en el país asiático. En este contexto de incertidumbre y desconfianza, en el seno de la UE se pueden identificar diferentes niveles de compromiso en las relaciones bilaterales con Irán. España, un país que había focalizado su relación con Teherán en la importación de hidrocarburos, comenzó tímidamente a buscar la diversificación de oportunidades económicas en el país. Como consecuencia de la fractura del JCPOA, España se verá obligada a recalibrar su estrategia, y así e incluir Irán en un enfoque regional más amplio, que le permita capitalizar tanto sus intereses como sus fortalezas. La realidad post-Covid 19 perfila la necesidad de una nueva dirección en los canales de colaboración existentes entre Irán y España, así como un mayor compromiso de Madrid hacia las iniciativas de la UE con respecto a la región MENA.  

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Resumen

2017 representó un punto de inflexión para las relaciones entre Irán y Occidente. El JCPOA perdió a uno de sus principales firmantes, si no el más importante: Estados Unidos, que bajo la administración de Donald Trump decidió revertir su política hacia Teherán, acabando de un plumazo con más de una década de esfuerzos diplomáticos conjuntos con la UE, Rusia y China. Washington adopta hoy una política llamada de "presión máxima" que tiene como objetivo asfixiar a Irán, tanto económica como diplomáticamente, mediante la reimposición de sanciones extraterritoriales. Aunque la campaña de Estados Unidos puede ser considerada fructífera en lo que respecta a su propósito de aislar a Irán desde el punto de vista económico, no ha logrado alterar el contexto político del país. Más bien al contrario, ha reforzado una narrativa de línea dura por parte de los ayatolás, en virtud de la cual Irán sufre un asedio que justifica su postura beligerante.  

Una vez más la UE y Estados Unidos siguen estrategias divergentes en lo que a Irán se refiere. Mientras la administración de Donald Trump impone, y en ocasiones intensifica, una política firme e incisiva contra Teherán, los países de la UE no logran diseñar una política integrada, más allá de preservar lo que se ha convertido ya en un acuerdo inoperante. La dilación europea va de la mano de una inquietante incapacidad para proteger a sus empresas de las sanciones. El 31 de marzo de 2020, más de un año después de su anuncio, el INSTEX logró su primera transacción con la exportación de productos médicos de Europa a Teherán. Si bien las comunicaciones oficiales han ofrecido pocos detalles, los medios indican que la transacción se hizo por un valor de 500.000 euros, muy inferior a las necesidades de la República Islámica.  

Desde el punto de vista histórico, España e Irán han mantenido una relación meramente transaccional preeminentemente erigida sobre cuestiones económicos, a pesar del interés y la voluntad del lado iraní de profundizar los vínculos bilaterales. España, como Estado miembro de la UE, formó parte de las conversaciones para el diseño del JCPOA, pero nunca se ha perfilado como uno de los Estados europeos más activos en cuanto a los asuntos iraníes. De este modo, España ha tendido a dejar que fueran otros Estados miembros los que tomaran la iniciativa con respecto a Irán. No obstante, España ha respaldado infatigablemente la necesidad de compromiso diplomático con Irán como la solución más sostenible y duradera frente a las múltiples crisis en las que está involucrado el país. Aunque Madrid ha apoyado todas las sanciones impuestas en el seno de Naciones Unidas contra Irán, esta postura no ha impedido que España sea uno de los países más claros en su rechazo a la imposición de sanciones adicionales sobre el país. La relativa pasividad de España hacia Irán no ha sido óbice para que Irán haya tratado de forjar una relación más sólida con Madrid y no exclusivamente basada en intereses económicos.  

Gestionar las divisiones internas europeas, a través de una actitud más flexible, será decisivo para todos los Estados miembro de la UE, y principalmente para España. El país tiene la oportunidad de convertirse en una canal para ampliar la relación entre la UE e Irán, posicionándose como un actor de primera línea dentro de la UE. Su compromiso con la diplomacia y capacidad para proteger sus intereses podrían ser percibidos como una fuerza tanto en el seno de la UE, como incluso fuera del bloque. España tiene ante sí una oportunidad única de reafirmar su posición en el seno de la UE si participa activamente en iniciativas europeas con respecto a Irán y continúa su diálogo con el país. Aunque el espacio es limitado para que España maniobre de forma individual, no sólo apoyar activamente sino convertirse en parte de INSTEX -que ha demostrado ser finalmente útil para permitir que las transacciones comerciales se lleven a cabo – y mantener un diálogo permanente con sus homólogos iraníes a través de canales alternativos podrían favorecer las relaciones entre ambos países. España podría incluir el avance de su relación con la República Islámica en una estrategia más amplia para elevar su perfil dentro del grupo político central de la UE en la región MENA. En vista de los lazos más estrechos de otros países de Europa occidental con los países del CCG, España debe potenciar su labor como actor capaz de mantener relaciones constructivas con todas las partes, para no verse apartada en futuras iniciativas enfocadas a la región.  

En lo que a la UE en su conjunto respecta, abordar los problemas con Irán no debería ser considerado únicamente como su responsabilidad. El compromiso con Teherán debería percibirse en todo el mundo como parte de una agenda más amplia para reducir las tensiones regionales y contribuir a la prosperidad de sus ciudadanos, y este peso no puede ser asumido enteramente por la UE. La UE necesita que un mayor número de países pase a formar parte de su enfoque multilateral para con el diálogo con Teherán. No hay duda de que Rusia y China son actores relevantes para el futuro de la región, pero India, Japón y Corea del Sur también deberían ser invitados a participar en los diálogos con Irán. Estos tres países asiáticos tienen intensos vínculos económicos con Irán, y han sido en gran medida castigados por las sanciones estadounidenses. Su inclusión abordaría tres puntos: evidenciaría el compromiso de la UE para alcanzar una solución completa, inclusiva y armónica; involucraría a aliados tradicionales de Estados Unidos que ya tienen una relación fluida tanto con Irán como con la UE; y diluiría una cierta dependencia de la UE para con China y Rusia a la hora de buscar apoyos para sus iniciativas sobre Irán. En caso de que esta oferta se materializara, la UE podría contar en su estrategia hacia Irán con países que mantienen fuertes relaciones bilaterales con los países MENA y comparten el interés de la UE por un futuro de paz y prosperidad en la región.

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