Digitalización y cambio climático
El año 2020 se iniciaba celebrando que por fin parecía existir un claro consenso sobre la necesidad de situar la lucha contra el cambio climático como prioridad máxima en las agendas políticas de la mayor parte de los países. El World Economic Forum, reunido en Davos en enero, señalaba que los cinco primeros riesgos a los que probablemente se enfrente la humanidad en los próximos diez años son riesgos climáticos: eventos climáticos extremos, fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático por parte de gobiernos y empresas, daños y desastres ambientales provocados por el hombre, pérdida importante de biodiversidad y grandes desastres naturales.
Nada hacía prever que, pocos meses después, la irrupción de la crisis causada por la pandemia de COVID-19 con graves efectos socioeconómicos y laborales relegaría a un segundo plano ese recién estrenado consenso político mundial. Como no puede ser de otra manera, la emergencia de atender los efectos sanitarios y de salud de la pandemia, junto a la de mitigar su repercusión sobre la actividad económica y el empleo, ocuparán durante mucho tiempo las agendas políticas a nivel mundial. No obstante, varios países liderados por la UE, han subrayado que la recuperación económica, laboral y social de este infortunio debe apoyarse, en el medio y largo plazo, en la transformación ecológica y digital de las economías, aprovechando las oportunidades que surjan y sin dejar a nadie atrás, máxime teniendo en cuenta las repercusiones que sobre el tejido social está teniendo y tendrá esta crisis sin precedentes.
La actual transformación digital de las economías ofrece nuevas oportunidades para superar el desafío medioambiental y constituye un elemento necesario aunque, por supuesto, no suficiente, para luchar contra el cambio climático y facilitar la descarbonización de las economías. El desarrollo y la combinación de avances como el Internet de las cosas, la robotización o la inteligencia artificial permiten aplicar soluciones innovadoras y eficientes a la lucha contra el cambio climático. Así se ha puesto de manifiesto en la nueva estrategia digital presentada por la Comisión Europea el pasado 19 de febrero donde se afirma que “Las tecnologías digitales son fundamentales para que la UE alcance la neutralidad climática en 2050, que es el objetivo establecido en el Pacto Verde Europeo”.
El presente documento de trabajo tiene como objetivo analizar la relación simbiótica entre digitalización y cambio climático, concentrando el interés en el papel de las tecnologías y los desarrollos digitales a la hora de hacer frente a los desafíos derivados del cambio climático. Se pretende ofrecer una visión integral y global de cómo lograr alcanzar la “descarbonización inteligente” de las economías y las sociedades, apuntando los retos, tanto a corto como a largo plazo, a los que se enfrentan ambas transiciones. Todo ello con el objetivo de invitar a la reflexión sobre cómo afrontar estas transformaciones tanto desde el ámbito público como privado.
Partiendo de una presentación breve de la magnitud que supone el desafío de la descarbonización a nivel mundial, se presentan los grandes ejes alrededor de los cuales giran las numerosas oportunidades que ofrece la digitalización en este ámbito y donde puede desplegar su potencial para hacer frente al reto climático: monitorización del clima y mitigación y adaptación al cambio climático.
En efecto, por un lado, se expone la importancia de las tecnologías digitales para llevar a cabo un control y seguimiento del cambio climático y se apuntan algunos de los riesgos que la propia digitalización puede suponer para esta labor. Las tecnologías digitales ofrecen información precisa, veraz y transparente sobre las emisiones a la atmosfera, el calentamiento global y su impacto bajo la forma de fenómenos atmosféricos extremos y de incrementos anuales en las temperaturas medias. Numerosas empresas están desarrollando grandes capacidades para recoger ese tipo de datos, procesarlos y usarlos en su actividad, utilizando, incluso, sistemas de inteligencia artificial. De hecho, las empresas más afectadas por los riesgos financieros asociados al cambio climático -como las compañías de seguros, fondos de inversión o entidades financieras- ya están integrando ese tipo de información en sus modelos de riesgo. Todos esos datos facilitan, además, la labor de concienciación sobre la urgencia del desafío climático, así como la puesta en marcha actuaciones de políticas públicas de carácter preventivo.
Por otro lado, se dedica un apartado a las aplicaciones de las tecnologías digitales en las actividades de producción y consumo que mayor interés generan en cuanto a su participación en la mitigación y adaptación al cambio climático. Múltiples avances tecnológicos digitales, la creciente conectividad, la gestión inteligente de los datos o la inteligencia artificial ayudarán a los distintos sectores productivos – como la energía, el transporte, la construcción, la industria o la agricultura- a reducir y controlar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Así, por ejemplo, se apunta cómo la digitalización permite integrar las energías renovables en los sistemas eléctricos, desplegar la movilidad eléctrica, impulsar sistemas de movilidad compartida, mejorar la eficiencia energética de múltiples actividades industriales o de consumo, o desarrollar Smartcities sostenibles.
Sin embargo, no debe obviarse que la propia digitalización presenta una elevada y creciente huella de carbono. Se dedica un capítulo a lo que podría considerarse la gran paradoja de la digitalización a favor del clima. En la actualidad, estas tecnologías son causantes de casi un 4 por 100 del total de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial y dado el elevado ritmo de digitalización de las economías y su papel esencial para la descarbonización en algunos ámbitos, resulta imprescindible mejorar su eficiencia energética, además de asegurar la circularidad de su actividad, para evitar que sus emisiones, sus residuos o, en definitiva, sus impactos negativos sobre el entorno resten potencia a su capacidad transformadora en el terreno medioambiental.
La magnitud del reto va a exigir, por tanto, la movilización de numerosos recursos así como la cooperación y participación de múltiples agentes. De ahí que se dedique un apartado a los desafíos inmediatos para propiciar que el balance de ambas transiciones sea positivo. Inversión, financiación, capital humano y dotaciones básicas de infraestructuras y cualificaciones constituyen elementos de partida esenciales para lograr avanzar en la descarbonización inteligente de las economías. El volumen de inversiones necesario para su logro se beneficia en la actualidad de un entorno bastante propicio, auspiciado, en la UE, por su apuesta por el Green Deal, que ha quedado plasmada en el Plan de Recuperación Next Generation EU, la respuesta de la Comisión Europea a la necesidad de relanzar la actividad económica tras la pandemia de COVID-19. Pero una apuesta de estas características, que indudablemente generará un aumento en la demanda de trabajo, también hará desaparecer puestos de trabajo, ocupaciones y tareas, por lo que necesitará llevarse a cabo en términos de justicia y solidaridad.
No obstante, el proceso de digitalización requiere una adecuada gobernanza global, que deviene fundamental para reforzar su eficacia como instrumento para la lucha contra el cambio climático. El deterioro del clima se trata de un fallo sistémico que necesita ser abordado de ese modo, es decir, de manera global, integral, coordinada, cooperativa y con soluciones innovadoras. Sin embargo, se enfrenta, a su vez, a un mundo cada vez más fragmentado y desigual como resultado de los crecientes conflictos geopolíticos y comerciales, muchos de ellos relacionados con enfrentamientos en el terreno de las tecnologías digitales. Se apunta la necesidad de dar una respuesta a aspectos como la ciberseguridad, los límites de la inteligencia artificial, las disputas por la hegemonía del 5G o el tratamiento fiscal de las actividades de las grandes tecnológicas.
Se dedica un apartado específico al caso español, en el que tras presentar el estado de situación de las emisiones y de la digitalización españolas, se recogen los retos y oportunidades que ambas transiciones ofrecen y se apunta como el plan de recuperación Next Generation EU representa una ocasión única como un primer impulso decidido para su transformación digital y medioambiental.
Se realizan, finalmente, una serie de reflexiones sobre las posibles vías de acción para hacer que la digitalización y la lucha contra el cambio climático desplieguen su potencial transformador a favor de las sociedades y del medioambiente, en base a una mayor productividad y competitividad, medidas no solo en términos económicos si no, sobre todo, en términos de sostenibilidad.