
Solidaridad ante los retos comunes: África-Europa-España
Solidaridad ante los retos comunes: África-Europa-España
A finales de diciembre de 2019, China anunció la aparición de una nueva enfermedad pulmonar severa. El 11 de enero de 2020 fue revelada públicamente la secuencia genética de la COVID-19. Su rápida propagación provocó que apenas dos meses después, el 11 de marzo, fuese calificada como “pandemia” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los meses posteriores se caracterizarían por las significativas prisas por encontrar una vacuna, compitiendo para encontrarla primero. Sin embargo, los intereses comerciales y el deseo de salvaguardar la propiedad intelectual socavaron en poco tiempo la investigación científica y limitaron el intercambio de datos. Esta división, finalmente, fue politizada debido al frenesí de los medios de comunicación y al oportunismo de los políticos ante una situación trágica y fluida, así como todas las personas descontentas y, a su vez, angustiadas con el confinamiento.
La cacofonía de una respuesta coordinada dio paso a impulsos nacionalistas apenas se descubrieron las primeras vacunas. En el ámbito público, vimos a una Europa tensa respecto a la relación con el Reino Unido sobre los acuerdos de distribución2 tras el Brexit. Estados Unidos mantuvo su política de “America First”; es decir, ninguna vacuna producida en tierra estadounidense se exportará hasta que toda su población esté vacunada completamente. De ahí que su gran vecino del Norte, Canadá, debiese recurrir a Europa para obtener vacunas3. Si bien la incapacidad de una visión solidaria ha hecho resurgir la cuestión de Irlanda del Norte, el repliegue nacionalista de los países occidentales se ha convertido en un gran obstáculo para el programa COVAX de la OMS: ante el control de las vacunas mediante los acuerdos bilaterales entre los países ricos y los productores, los países pobres se ven abocados a esperar lo que aquellos no necesiten. “Tener dinero no significa nada si no se puede utilizar para comprar vacunas”, sostiene el Director General de la OMS4.
Y sin embargo, las fronteras de la enfermedad son cambiantes puesto que mientras que haya focos epidémicos repartidos por todo el mundo, cabrá esperar mutaciones y rebrotes incluso en los países ricos. Las vacunas no proporcionan inmunidad absoluta. La crisis sanitaria de COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de un cambio fundamental a escala mundial: una nueva solidaridad.